Te observo desde hace rato. Estás ahí parado, al otro lado de la calle. Miras a los coches como si les preguntaras, a cada uno una pregunta. A punto de saltar entre ellos. No me parece que tengas miedo. Más bien creo que buscas una razón para no hacerlo. O para hacerlo, no lo sé.
Sigo esperando. Estás inquieto, te lo noto. ¿Qué pasa por tu cabeza en estos momentos? Quizás sea el trabajo, o tu familia. Sí, yo pensaría en mi familia. Puede que alguien te espere en otro sitio. O que no te espere nadie.
¿Por qué no cruzo y te salvo? ¿Podría? No, creo que no. Tu suicidio tiene algo de hermoso. Decides, y ya no hay vuelta atrás.
...
¡Te vas! ¿Así, sin más? ¿No hay heroico salto a la nada, ni mirada al cielo, ni lágrimas de impotencia? Qué triste eres. Yo en tu lugar lo hubiera hecho, hubiera acabado con esa vida tan vacía, sin nadie esperándote, sin nadie con quien hablar, rodeado de anonimato, sin ilusiones ni intereses. Todo cuesta tanto, tanto, sin nadie que te acaricie...
Has pasado tu vista sobre mí, y no la has detenido ni un instante. No te has dado cuenta de que quizás yo fuera una buena alternativa. O por lo menos una alternativa. Eres un ser triste.
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